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RECIMUNDO VOL. 6 N°4 (2022)
pensación de las patologías que complican
el embarazo (por ausencia o deficiencia de
atención prenatal, incumplimiento de trata-
mientos, consecuencias directas de la vio-
lencia) y las repercusiones neonatales. Por
ejemplo, en el 2016, el Informe de la Defen-
soría Pública del Ecuador, reporta 9.065 ca-
sos de violencia intrafamiliar denunciadas,
pero no se poseen los datos de cuantos co-
rresponden a mujeres embarazadas.
La violencia contra la mujer puede expre-
sarse en forma física, psicológica, sexual
o económica. En el caso concreto de la
violencia física hacia la mujer, se ha docu-
mentado que puede provocar ruptura de
útero, hígado o bazo, fractura de pelvis y
hemorragias. Las mujeres embarazadas
que han sufrido golpes presentan un riesgo
dos veces mayor de abortar, tener despren-
dimiento prematuro de placenta, presentar
corioamnionitis, precipitación del parto y
complicaciones post-parto y, como con-
secuencia fatal, la muerte. Además de las
lesiones físicas, las mujeres desarrollan un
cuadro de estrés permanente que se acom-
paña de síntomas de depresión, ansiedad,
fobias, angustia y se perciben a sí mismas
como enfermas. Tienden a aislarse, presen-
tan una baja autoestima y un alto riesgo de
desarrollar adicción a drogas, alcohol o am-
bos. (Rachana, Suraiya, Hisham, Abdulaziz,
& Hai, 2002); (Cuevas, Blanco, Juárez, Pal-
ma, & Valdez-Santiago, 2006)
Uno de los aspectos medulares del proble-
ma de la violencia durante el embarazo se
relaciona con la respuesta de los servicios
de salud y judiciales ante el problema, ya
que está ampliamente documentado que
las mujeres embarazadas y no embaraza-
das que sufren violencia demoran o no asis-
ten a la consulta prenatal por la dinámica
que existe entre la pareja, lo cual obstacu-
liza la vigilancia adecuada de los embara-
zos y dificulta la detección y el tratamiento
oportuno de posibles complicaciones. Por
lo tanto, con investigaciones como esta,
además de determinar la relación estadís-
tica con niveles plasmáticos de cortisol, se
podrá caracterizar la violencia en estas mu-
jeres embarazadas y no embarazadas para
avanzar hacia la toma de decisiones y polí-
ticas públicas.
La violencia contra la mujer: causas que
la originan, formas y consecuencias
La Organización Mundial de la Salud (2002),
define la violencia como: El uso intencional
de la fuerza o el poder físico, de hecho, o
como amenaza, contra uno mismo, otra per-
sona o un grupo o comunidad, que cause
o tenga muchas probabilidades de causar
lesiones, muerte, daños psicológicos, tras-
tornos del desarrollo o privaciones. (PuIg &
CaPdevIla, 2011) Pese a que efectivamente
no existe una definición de violencia amplia-
mente aceptada por los estudiosos, pode-
mos encontrar algunas que han ofrecido un
cierto consenso.
Particularmente se encuentra en esta línea
aquella que destaca el uso de la fuerza para
causar daño a alguien.
También la idea del uso de fuerza suele ser
problematizada, no tanto para negarla, sino
para considerar que la fuerza física no da
suficientemente cuenta del hecho, de dife-
rentes hechos: las coerciones morales (per-
sonales, grupales, culturales), las relacio-
nes de poder (sin considerar aquí que este
término también es problemático, “amorfo”
dirá Weber) –que en sí mismas estructuran
y naturalizan relaciones de violencia–, las
coerciones psicológicas y hasta los chanta-
jes, pueden ser importantes como vehículos
de la violencia. (Martínez Pacheco, 2016)
Para Martínez Pacheco (2016) en términos
generales se puede considerar, de forma más
obvia e intuitiva, que el estudio de la violencia
se aborda desde cuatro principales campos
de investigación: uno es el que atiende a los
orígenes y las causas de ésta; otro es el que
se preocupa por las formas que asume, las
características de ésta y las dinámicas pro-
pias que desarrolla; otro más se ocupa prin-
cipalmente de las consecuencias y efectos
que el despliegue de la violencia genera.
CEVALLOS CÁRDENAS, K. J., VITERI ROJAS, A. M., VALENCIA CEVALLOS, A. S., & RODRÍGUEZ JARAMILLO, M. D. C.