
598 RECIMUNDO VOL. 9 N°2 (2025)
Introducción
El acceso a agua potable segura es un dere-
cho humano fundamental y un componente
esencial para alcanzar los Objetivos de De-
sarrollo Sostenible (ODS), especialmente el
ODS 6, que promueve el acceso universal al
agua y al saneamiento gestionado de forma
segura (ONU, 2015). Sin embargo, a pesar
de las inversiones en infraestructura y las
regulaciones sanitarias, muchas ciudades
latinoamericanas aún enfrentan desafíos en
la percepción y confianza del público hacia
el agua provista por los servicios públicos.
Esta desconfianza ha incentivado la expan-
sión del mercado de agua envasada, una
industria global valorada en más de 300
mil millones de dólares en 2023 (Statista,
2023), con tasas de crecimiento especial-
mente aceleradas en países en desarrollo.
En este contexto, Guayaquil —ciudad por-
tuaria y eje económico del Ecuador, con
una población que supera los 2,6 millones
de habitantes— representa un caso para-
digmático. Su clima cálido, la urbanización
acelerada, las desigualdades sociales y los
antecedentes de crisis sanitarias han contri-
buido a consolidar una cultura de consumo
de agua envasada, percibida por muchos
sectores como una alternativa más confiable
que el agua de red. Según el Banco Central
del Ecuador (BCE, 2022), entre 2020 y 2022,
el consumo de bebidas no alcohólicas au-
mentó un 8,4 %, siendo el agua envasada el
segmento con mayor crecimiento, lo que re-
fleja cambios sustanciales en las decisiones
de compra vinculadas a la salud, el bienes-
tar y la percepción de riesgo.
El mercado ecuatoriano de agua embotella-
da es diverso y competitivo, con productos
que incluyen agua purificada por ósmosis
inversa, agua mineral natural, aguas de ma-
nantial, agua alcalina y aguas saborizadas.
Estas categorías responden a diferentes
procesos de tratamiento, características fi-
sicoquímicas y estrategias de marketing.
La Norma Técnica Ecuatoriana INEN 2200
(2019) establece parámetros estrictos para
ESTUPIÑÁN VERA, G. E., BRICEÑO CASTILLO, J. P., CAZAÑAS CHICA, J. D., & VINCES MUÑOZ , A. A.
asegurar la inocuidad del producto, con-
templando aspectos microbiológicos (como
ausencia de coliformes y E. coli) y físico-quí-
micos (como pH, conductividad, contenido
de sólidos totales disueltos), con el fin de
garantizar la calidad y seguridad de los pro-
ductos disponibles en el mercado.
No obstante, estudios sobre comportamien-
to del consumidor han evidenciado que la
elección de un tipo específico de agua no
se fundamenta exclusivamente en criterios
técnicos o normativos, sino que está media-
da por factores subjetivos como el sabor, el
envase, la reputación de marca, el precio,
la disponibilidad y las experiencias previas
(Doria, 2006; Howard et al., 2005). Asimis-
mo, variables sociodemográficas —como
edad, género, nivel educativo e ingresos—
influyen significativamente en las preferen-
cias de consumo. Desde una perspectiva
sociológica, el agua envasada se ha con-
vertido también en un símbolo de distinción
social, status o alineación con estilos de
vida saludables, en un fenómeno que ha
sido descrito como la “mercantilización de
lo esencial” (Wilk, 2006; Saylor et al., 2011).
Sin embargo, este aumento en el consumo
de agua embotellada plantea desafíos críti-
cos en términos ambientales. El uso masi-
vo de botellas de plástico, particularmente
de tereftalato de polietileno (PET), conlleva
altos costos ecológicos, especialmente en
zonas urbanas costeras como Guayaquil,
donde gran parte de estos residuos termi-
nan en cuerpos de agua. De acuerdo con
el Ministerio del Ambiente (2022), solo el 14
% del plástico PET se recicla en el país, lo
que agrava la contaminación marina y pone
en evidencia las brechas en los sistemas de
gestión de residuos. Esta situación genera
una tensión entre el derecho al agua segura
y la necesidad urgente de adoptar prácti-
cas de consumo más sostenibles.
A pesar de la relevancia de este tema, exis-
ten escasos estudios empíricos que anali-
cen de manera sistemática las motivacio-
nes, percepciones y niveles de aceptación