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RECIMUNDO VOL. 7 N°1 (2023)
En el mismo estudio, los autores señalan dos
tendencias en los programas y actividades
de EA en las áreas protegidas venezolanas,
una dirigida propiamente a la conservación
del área y otra dirigida a la conservación de
especies y la concientización sobre el valor
de la biodiversidad. A manera de conclu-
sión, Pellegrini et al (2000, como se citó por
Román Núñez & Cuesta Moreno, 2016) se-
ñalan un aumento en la implementación de
experiencias educativas y comunicativas en
las áreas protegidas, así como de institucio-
nes a cargo. Asimismo, los autores destacan
la escasez de recursos económicos, la ne-
cesidad de recurso técnico especializado,
acciones de corto plazo y discontinuas, ca-
rencia de planes educativos en correlación
con los logros propuestos para la conserva-
ción y ausencia de mecanismos de evalua-
ción de los mismos, pocos mecanismos de
cooperación interinstitucional, mínima inclu-
sión del componente social en dichos pro-
gramas, baja participación de la comunidad
y poco trabajo interdisciplinario, entre otros.
Al respecto, coincide Álvarez (2001, como
se citó por Román Núñez & Cuesta Moreno,
2016) al resaltar la falta de planeación e im-
plementación de programas de EA para la
conservación de la biodiversidad de acuer-
do con los resultados de los diagnósticos
realizados sobre la labor de instituciones en
las áreas protegidas en Venezuela.
Como se puede observar hasta aquí, tan-
to la educación ambiental como la comu-
nicación ambiental han asumido el reto de
promover cambios de hábitos, mejorar los
comportamientos y adquirir una conciencia
con relación al mismo objeto de estudio,
es decir, el ambiente y su conservación.
Para ello, es necesario partir de entender
el ambiente como las relaciones existentes
entre la estructura social y la base ecosisté-
mica de sustentación (Ángel Maya, 1995).
En otras palabras, hay que reflexionar la
interacción entre los ecosistemas y los so-
ciosistemas, puesto que los conflictos que
se presentan en esta interrelación no son
del orden ambiental, sino del orden social.
Según Cárdenas (2002), citado por Cueto
(2007), “nuestra interpretación, percepción
y acción sobre los ecosistemas es el pro-
ducto de un código que define nuestro en-
tendimiento sobre el espacio, el territorio y
el tiempo” (p. 33). Esto afirma que nuestra
interrelación con la naturaleza es un cons-
tructo social mediado por la cultura (Ángel
Maya, 1995; Leff, 2007), que es a su vez
propia en cada lugar. (Román Núñez &
Cuesta Moreno, 2016)
Desde la educación y la comunicación am-
biental, no sólo basta con la información y
formación. Solano (2011, como se citó por
Román Núñez & Cuesta Moreno, 2016) afir-
ma que no hemos logrado sobre pasar el
primer nivel de la conciencia (los tres nive-
les son conocimiento, actitudes y acción),
puesto que la simple adquisición de cono-
cimiento no garantiza la acción, es decir
una actitud favorable con el ambiente, un
cambio de actitudes o una mejor conducta.
Por ejemplo, estudios como el de Barazar-
te, Neaman, Vallejo, & García (2014, como
se citó por Román Núñez & Cuesta Moreno,
2016), realizado con jóvenes de enseñanza
media en Valparaíso-Chile, muestran que
el conocimiento ambiental no incide en el
comportamiento ambiental. En esa línea, es
importante para esta investigación abordar
un último grupo de documentos relaciona-
dos con la psicología ambiental que abor-
dan los conceptos concernientes con la
conducta del hombre y su medio natural,
dicho análisis se presenta a continuación.
Conciencia ambiental
Gonzáles y Aramburo (2017, como se citó
por Espinoza, 2018), afirman que la con-
ciencia ambiental es un fenómeno complejo
puesto que como manifestación cultural es
la manifestación de múltiples determinacio-
nes. Surge de la toma de conciencia de los
grupos sociales educados, como resultante
de su información y conocimiento, que los
induce a adoptar posiciones de consumo
y estilo de vida coherente con la conserva-
ción de la biodiversidad.
COMUNICACIÓN DIGITAL Y SU IMPACTO EN LA CONCIENCIA AMBIENTALISTA MUNDIAL